Agustín Hernández Aja
Madrid (España), 16 de octubre de 2000
Marco Estructura urbana o ciudad estructurada Si queremos desarrollar un Planeamiento Urbano que entre sus objetivos tenga el de la mejora de la Calidad de Vida Urbana, deberemos de ampliar los campos para los que determinamos la Estructura Urbana de la ciudad con el propósito de conseguir una Ciudad Estructurada.
Cuando hablamos de Estructura Urbana nos referimos a la organización espacial propuesta que pretende la distribución óptima de las actividades e intercambios de la ciudad. Aunque la consideramos definida mediante el plano en el que se refleja esta forma óptima, no debemos olvidar que incluye los contenidos normativos del planeamiento, desde la determinación de un número limitado de usos (divididos en grados y estableciendo sus compatibilidades), a la determinación precisa de los aprovechamientos y el régimen jurídico de cada clase de suelo. En cualquier caso la estructura urbana que proponemos necesita ser justificada tanto en su utilidad, a través de la memoria, como en la capacidad económica de ser ejecutada, garantizada mediante un estudio económico financiero. Una buena estructura urbana resulta ser aquella que es útil para desplegar un determinado Proyecto de Ciudad, reflejo de los intereses (y pactos) de los grupos dominantes en esa ciudad.
Pero la eficacia del planeamiento para dar cabida a un determinado Proyecto de Ciudad no tiene porqué concluir en una ciudad estructurada. Una ciudad estructurada, sería aquella que garantizase la cohesión social, la gestión de la variedad y el respeto al medio ambiente, dentro de un espacio accesible, controlable por los ciudadanos y con capacidad de mantenerse en el tiempo.
Para ello es necesario afrontar la inclusión de la complejidad, el debate sobre lo público e incorporar el proyecto de la sostenibilidad al planeamiento.
Un planeamiento con conciencia de la complejidad urbana El Planeamiento urbano trabaja con un número reducido de dimensiones urbanas. Si nos fijamos en los contenidos de la información que utiliza, encontramos análisis sobre: población y vivienda, utilizados para justificar las decisiones del crecimiento residencial; actividades económicas (unificando lo que antes era industria, comercio y terciario), que busca determinar las bases de una futura prosperidad y los problemas que tienen estas actividades para desplegarse; un apartado de tráfico y transportes, que apoyado en el crecimiento constante de la utilización del vehículo privado, justifica la necesidad de las operaciones de infraestructura viaria (y por tanto la demanda de financiación extra). Junto a los campos anteriores aparecen los que están relacionados con la calidad urbana: el apartado de equipamientos y el de zonas verdes, que en cualquier caso sólo buscan determinar el cumplimiento de la cobertura de los mínimos dotacionales que deben satisfacer los ayuntamientos, y en algún caso dar satisfacción a demandas muy específicas (un hospital por ejemplo); y el capítulo de medio ambiente, en el que se incluyen los antiguos servicios de recogidas de basura (modernizados con el incipiente reciclaje), depuración y calidad ambiental (ruido, calidad del aire, etc.), a los que a veces se suman algunos aspectos de intervención sobre espacios y calidad del suelo no urbanizable. En cualquier caso los estudios de base del planeamiento pocas veces hacen referencia a aspectos más intangibles o complejos, un plan se realiza para resolver problemas, no para hacerlos patentes; desde un plan no se puede reordenar ni articular la acción política de un municipio. Pero el Planeamiento no es capaz de dirigir la evolución de la ciudad mediante un proyecto ajeno a la realidad de los grupos que lo habitan, no es posible imponer un Proyecto de Ciudad. Los grupos periféricos o ajenos al dominante, utilizan y actúan sobre la ciudad, formando estructuras latentes que no podemos ignorar. La ciudad es el resultado de la convivencia de un conjunto de proyectos y grupos, sobre un espacio construido (que no podemos modificar de inmediato) a lo largo del tiempo. De alguna forma la ciudad posee una resistencia a la sumisión a un solo grupo o interés, para bien o para mal tiene estructuras paralelas (alternativas) al modelo dominante que pueden conducir a una ciudad estructurada o a su fracaso. La ciudad entendida sólo como campo útil para el desarrollo económico, nos impide comprender el espacio en su conjunto. Nos conduce a ignorar el resto de sus dimensiones y por tanto acabamos actuando sobre un espacio desconocido, en el que los resultados de nuestras actuaciones se convierten en imprevisibles.
Todos aquellos que trabajamos en el urbanismo tenemos (consciente o inconscientemente) un pensamiento paralelo que podríamos considerar coincidente con lo que se ha dado en llamar “pensamiento complejo”. En paralelo a nuestros trabajos “formales” buscamos determinar la complejidad de un espacio, para ello necesitamos integrar lo que percibimos como separado, complementar lo que aparece como único y valorar la alteralidad (lo distinto) frente a lo unificado. Sabemos que la ciudad es algo más que la suma de sus partes, y buscamos conocer el conjunto de relaciones que se producen entre las estructuras que conocemos o intuimos. Una ciudad funciona más que por la acción de los servicios administrativos por la voluntad de sus ciudadanos, sólo ellos determinan la seguridad de sus calles, el apoyo a un vecino con problemas o intercambian conocimientos y artículos de forma ajena a las leyes del mercado, enriqueciendo el espacio en el que habitan. Al igual que en el campo de la creación científica, lo importante no es sólo que los miembros de una disciplina (los químicos por ejemplo) mantengan relaciones intensas entre ellos, sino que consigamos que tengan relación con otras ciencias (los matemáticos) de forma que se trasmitan conocimientos y formas de hacer distintas entre ellos. La sociedad urbana necesita de otro tanto, lo importante no es conservar una paz social aparente en una ciudad segregada en rentas, credos o razas, sino generar un espacio de intercambio entre lo distinto, que genere flujos de información y cohesión social.
Cualquier reflexión sobre el hecho urbano debe partir necesariamente de la certeza de que actuamos sobre un espacio pluridimensional, construido de voluntades y redes superpuestas, sobre el que es necesario determinar acciones complejas que atiendan a más de una de las dimensiones perceptibles y que busquen catalizar nuevas dimensiones en su entorno.
Desarrollando una ciudad estructurada en la que se articulen no sólo los intercambios económicos, sino todo el conjunto de intercambios posibles, sobre una estructura urbana que no busque la jerarquía de la segregación sino la fluidez de la relación.
Lo público en entredicho Nos encontramos en un momento en el que los grupos dominantes determinan la necesidad de acelerar la concentración económica en los sectores “eficaces” y el abandono de las políticas asistenciales y de redistribución social (por ineficaces y retrógradas). La ciudad se enfrenta a un proyecto que determina la desaparición de los espacios de propiedad colectiva, sustituidos por espacios de gestión privada y carácter lucrativo. La división entre ganadores y perdedores, se refleja en la dualización entre barrios vulnerables y barrios triunfadores, en España, los ciudadanos apartados de los frutos del crecimiento económico, se concentran en 374 Barrios desfavorecidos que agrupan a 2.895.204 habitantes, reflejándose en una ciudad segregada en niveles de renta y servicios, en la que los ciudadanos de una de sus partes sólo acuden a otra por casualidad o equivocación.
La tendencia actual nos permite suponer que las inversiones públicas quedarán reducidas a la producción de infraestructuras y a la recualificación puntual de espacios significativos. Se incrementarán la cesión (o enajenación) del patrimonio público a la iniciativa privada (bajo la excusa de la eficiencia de la gestión), que conducirá a la degradación de los servicios públicos en los barrios vulnerables, al quedar su mantenimiento asociado a las rentas (marginadas) de sus usuarios. El proceso resultará igualmente esterilizante sobre los espacios habitados por las poblaciones favorecidas, sólo abastecidos por dotaciones privatizadas (accesibles mediante pago) al servicio de una sola capa de población, que acabará enajenada del entorno social global, incapaz de organizarse para producir un espacio alternativo al que el mercado ofrece.
El espacio urbano se encuentra en trance de perder su complejidad y variedad, al propiciarse su concentración y especialización, vislumbrándose la desaparición de la esencia de la ciudad que conocemos. La simplista determinación de apoyar los sectores definidos como rentables impide el análisis de la ciudad como un conjunto complejo, en el que la dimensión económica no es más que uno de los factores de su calidad. Una ciudad cohesionada necesita que sus ciudadanos compartan algo más que la salida de las carreteras radiales o que se estructuren en grupos corporativos, una ciudad necesita de espacios de propiedad colectiva en la que los ciudadanos se encuentren y reafirmen su condición.
El proyecto de la Sostenibilidad El planeta se halla enfrentado a su mayor reto, la constatación de los límites planetarios, la conciencia de los límites ambientales y que la actividad humana comienza a alterar las condiciones de habitabilidad del planeta. Nos encontramos enfrentados a los límites del crecimiento y por tanto a la inevitable sustitución del Proyecto Urbano-industrial basado en el crecimiento indefinido. Es necesario internalizar en el planeamiento urbano la conciencia del rebasamiento de los límites ecológicos del planeta, la sustitución del paradigma del crecimiento por el de la sostenibilidad deberá producir antes o después una transformación inevitable de la sociedad urbana, si no deseamos que ésta sea catastrófica será necesario dotarnos de un nuevo “Proyecto urbano”, que guíe el cambio de paradigma. Este nuevo Proyecto urbano necesitará producir una transformación en la jerarquía y forma de las actuales estructuras urbanas, implicará la “Rehabilitación urbano ecológica” de nuestras ciudades. Una rehabilitación porque no parece posible abandonar las estructuras urbanas sin gravísimos costos sociales. Y ecológica porque las bases estructurales del nuevo Proyecto urbano nos obligarán a cerrar los ciclos naturales dentro de los espacios urbanos y a restaurar los efectos que la huella ecológica de la ciudad produzca tanto en su entorno como en el ámbito planetario.
Es necesario imaginar un Proyecto urbano alternativo al del crecimiento indefinido, si comparamos los esquemas prospectivos sobre el estado del mundo y el nivel material de vida esperable según distintos escenarios que aparecen en el libro “Mas allá de los límites de crecimiento” [Meadows , 1993]. Observamos que la hipótesis del mantenimiento del actual sistema de producción y consumo (escenario 1), supone una crisis de impredecibles dimensiones en el primer tercio del siglo entrante, en la que la producción industrial y la esperanza de vida disminuyen bruscamente sus valores; todo ello sin contar con los efectos inevaluables de la previsible crisis social. El informe elabora hasta 13 escenarios con distintas variables, que incluyen desde el descubrimiento de nuevos recursos materiales, hasta la aplicación de políticas activas de intervención sobre producción industrial, control de la población o protección medio ambiental. En el cuarto escenario, se plantea una situación “optimista” considerando una duplicación de los recursos y tecnología para el control de la contaminación junto con el incremento del rendimiento de la tierra; podemos ver como incluso esta hipótesis “optimista” tan sólo consigue amortiguar las curvas, produciendo un retraso en las ondas degenerativas, con un final semejante al gráfico anterior. Sólo los escenarios restrictivos con decisiones rápidas se muestran eficaces. El escenario de población e industrias estabilizadas con tecnologías para reducir las emisiones, la erosión y el uso de recursos, adoptadas en 1995 (escenario 10) prevé estabilización no traumática del estado del mundo, mientras que el retraso de las decisiones restrictivas al año 2015 (escenario 12) produce una crisis a mediados del próximo siglo.
No es posible seguir creyendo en el Proyecto del crecimiento indefinido. El sistema puede seguir aparentando eficacia hasta el primer cuarto del siglo entrante; a partir de ese momento se producirá una quiebra del sistema, con una equiparación de los parámetros de población, esperanza de vida, producción industrial semejantes a los del principio de siglo, en un corto periodo de tiempo y en un marco de degradación espectacular de las condiciones ambientales y de una esperable degradación de las relaciones sociales. Todas las mejoras culturales, sociales y políticas pueden desaparecer en el plazo de 30 años. La única posibilidad de evitarlo es desarrollar un nuevo Proyecto urbano que haga de la sostenibilidad su eje central.
En cualquier caso incluso un análisis tan determinista como el anteriormente citado incluye la capacidad transformadora del proyecto colectivo, es posible modificar lo que parece inevitable, es posible imaginar y construir otro futuro.
Bases para la ciudad estructurada Libertad individual, responsabilidad social, responsabilidad ecológica.
Debemos de recordar que, históricamente, los proyectos sociales (incluidas las utopías y las revoluciones) de base democrática se reflejaron mediante la creación de espacios colectivos (libres o construidos). Los principios de Igualdad y Libertad se reflejaron mediante la creación de nuevos espacios libres (calles, plazas, paseos, avenidas, parques y jardines), aptos para la libre circulación y el encuentro de los ciudadanos. Y la Fraternidad, se concretó proveyendo a los ciudadanos de escuelas, bibliotecas y hospitales. De forma que una sociedad realmente democrática necesita de espacios en los que necesariamente deban de encontrarse (en igualdad de condiciones) todos sus habitantes.
Si queremos mantener o acrecentar el valor social de nuestras ciudades, es necesario construir una cultura de la intervención en la que se retomen los valores globales que hicieron de los ciudadanos los primeros hombres libres.
Construyendo una ciudad capaz de sostener un nuevo pacto urbano que tome como eje la calidad de vida, entendida como un constructo que aúna participación, seguridad y responsabilidad social, sobre un espacio urbano con calidad ambiental. La calidad ambiental deberá sumarse a las cualidades básicas que fueron la causa del éxito de las ciudades: la posibilidad de establecer un proyecto de autonomía a través de la libertad individual y la concreción de la responsabilidad social. Si queremos mantener o recuperar el carácter de la ciudad, el maremagnun de lo urbano, es necesario reconstruir el espacio urbano sobre el proyecto de la libertad y la solidaridad, al que incorporaremos la responsabilidad ecológica, fruto de la necesidad de implantar el proyecto de la sostenibilidad como única garantía de la supervivencia de sociedades y espacios. Reclamando una ciudad para los ciudadanos, en la que se garantice su calidad de vida mediante la satisfacción de tres cualidades:
• Libertad individual.
• Responsabilidad social.
• Responsabilidad ecológica.
La libertad individual, de forma que permita que los ciudadanos dominen su tiempo y su espacio, que puedan elegir entre mantenerse en su grupo social o de abandonarlo por otro sin graves costos emocionales. Posibilitando la elección, según lugares y tiempos, del anonimato o del contacto social, adelante determinaremos el barrio como ámbito básico de participación y apropiación.
La responsabilidad social, reflejada en la realización de actividades socialmente útiles y en la generación de un espacio urbano que dote a los individuos de las condiciones necesarias para el desarrollo de sus capacidades humanas, y que permita el cuidado de los más débiles, sobre una red de dotaciones públicas capaces de resolver las necesidades de asistencia, formación y participación. Generando unos espacios públicos en los que necesariamente se encuentren los ciudadanos.
La responsabilidad ecológica, no consumiendo recursos sobre su tasa de renovación ni produciendo residuos sobre la tasa de absorción del medio, mediante una nueva estructura urbana que garantice la calidad del entorno del ser humano, desde el barrio y la ciudad hasta la región y el planeta. El proyecto implica la incorporación del concepto de la calidad de vida, mediante la consideración de los aspectos ambientales en intersección con las necesidades humanas, implica el control, por el individuo, de su tiempo y de su espacio como base de la auténtica libertad [Lefebvre , 1970]. El tiempo porque es nuestro recurso menos renovable (el que disponemos los seres humanos para vivir aquí y ahora es irreproducible). Y el espacio porque, es sobre él en el que desarrollamos nuestro proyecto vital, decidiendo si abandonamos nuestro espacio de origen o nos reafirmamos en él porque “lo que ofrece la ciudad es el acceso directo a la diversidad. Acceso directo, inmediato, sin intermediarios, sin recurrir a pesados y costosos medios de comunicación. En una especie de captación instantánea, la ciudad ofrece la realidad de la diversidad de los hombres y sus actividades” [Schoonbrot , 1995].
Como consecuencia de la percepción de la quiebra de los límites ambientales y fruto del proceso de la globalización, los ciudadanos perciben la inseguridad de un sistema altamente volátil, donde bienes, rentas y estructuras sociales se vuelven productos perecederos. Es necesario desvelar la vida cotidiana que propone a sus ciudadanos y el modelo de gestión ambiental y social que contiene, preguntándonos:
• ¿Realiza una oferta medida y ponderada de dotaciones accesibles por los ciudadanos?
• ¿Propone centros de producción altamente concentrados y alejados de la residencia?
• ¿Oferta nuevas redes de transporte que aumenten la accesibilidad de los vehículos privados?
• ¿Concentra elementos de calidad en unas zonas y desabastece otras?
• ¿Plantea la vivienda como un problema independiente del resto de las necesidades humanas?
• ¿Qué índices de satisfacción y participación mide o se propone medir?
• ¿Cómo se mide el éxito del Proyecto social propuesto?
Basta mirar a nuestro alrededor o escuchar las declaraciones de los responsables políticos y municipales, para deducir que las respuestas a estas preguntas implican un modelo incompatible con la Calidad de vida urbana. El modelo de ciudad propuesto, aleja cada vez más producción y residencia, invierte indiscriminadamente en redes viarias que nos mantienen horas y horas en nuestros vehículos o en tediosas líneas de transporte público. La vivienda hace mucho que ha dejado de ser un objeto para el disfrute de la vida, para convertirse en un medio de acumulación económica. En los balances de las políticas urbanas, lo que se mide es la producción: de viviendas, de carreteras, de edificaciones públicas, en ningún caso se mide la calidad de vida, la integración de los ciudadanos en su entorno, la reducción de los desplazamientos, la participación en las tareas sociales, o el necesario intercambio entre grupos sociales e individuos.
No parece posible que la sociedad pueda soportar esta crisis soterrada por más tiempo. Frente a la volatilidad del entorno se planteará la revisión del modelo, que tendrá que basarse, antes o después, en la reducción del consumo y en la recuperación de la autonomía del ciudadano y su vida cotidiana, dando satisfacción a los principios (en una fórmula revisada de la triada Vitrubiana) de: utilidad, firmeza y belleza.
Útil, para las verdaderas necesidades de sus habitantes, no para el mercado. Útil para la sociedad, no destruyendo espacios y sociedades sino partiendo de ellos. Útil, de forma que su mantenimiento y utilización no sean gravosos para sus ciudadanos, que sus viviendas y espacios sean adecuados a las necesidades normales de cada individuo, cumplimentando adecuadamente los espacios públicos necesarios para la satisfacción de las necesidades de sus ciudadanos, mediante la existencia de un espacio público y unas dotaciones de servicio universal y accesible.
Firme, no sólo en cuanto a sus cualidades funcionales, sino en su relación con el medio ambiente. Adecuándose a las condiciones ambientales, reduciendo el consumo de energía y la producción de residuos. Generada con una voluntad de permanencia física y utilidad, que justifique el consumo de energía y trabajo utilizados en su producción.
Y Bella, no tan sólo desde el punto de vista de la estética formal, sino por su adecuación al sitio donde se localiza. Belleza no sólo relacionada con lo edificado, sino con las condiciones y cualidades del espacio urbano en el que se localiza, realizando adecuadamente la articulación de los usos y dotaciones necesarias en cada espacio urbano.
Herramientas El barrio como ámbito de actuación y los equipamientos públicos como base de la calidad de vida.
La consecución de una ciudad en la que sea básico el eje de la calidad de vida de sus ciudadanos, demanda un territorio estructurado sobre la accesibilidad y aprehensión por el individuo. Esta accesibilidad sólo se puede producir en la unidad mínima de apropiación social y perceptiva: el barrio y necesita disponer de una red estructurada de equipamientos públicos sobre las que se realicen las actividades sociales.
Barrio y Barrio-ciudad No podemos considerar la ciudad como un todo. Los ciudadanos perciben distintos espacios en función de sus posibilidades de apropiación y accesibilidad. El barrio es la unidad mínima de apropiación y participación de la ciudad. Se trata de espacio multidimensional, capaz de soportar y sostener tipologías, usos y poblaciones diversas, dotado de sociabilidad y asociacionismo. Su tamaño funcional está limitado por la posibilidad de permitir su apropiación andando. El barrio es el espacio de lo doméstico agrupado en torno a un elemento simbólico [Lefebvre , 1970]. Es el espacio en que el individuo puede sentirse parte de un colectivo social, pero necesita contener una mínima variedad. Proponemos la delimitación como barrio (y por tanto con capacidad multidimensional), de aquellos espacios cuya población se encuentra entre los 3500 y los 15000 habitantes y un tamaño correspondiente a un recorrido medio de 15 minutos a pie (dentro de un círculo de radio 500 m). En el barrio las estructuras son aún poco complejas, su componente simbólico no tiene que ser necesariamente compartido por todos sus habitantes, probablemente en muchos casos el barrio sólo sea el espacio más probable en el que la mayoría de sus habitantes sienten que pertenecen.
Para realizar una propuesta de articulación de lo complejo necesitamos trabajar con una unidad superior que hemos dado en llamar barrio-ciudad [Alguacil, Hernández, Medina , 1997], determinado como un espacio intermedio entre la familiaridad del barrio y la anomia de la ciudad. Se trata del primer ámbito con capacidad de contener la máxima complejidad y variedad accesible. Permite la existencia de distintas formas de vida y culturas y debe contener las dotaciones necesarias para el desarrollo de sus poblaciones y algún equipamiento que suponga un foco de atracción e identidad para el resto de la ciudad. Su población se encuentra entre los 20.000 y los 50.000 habitantes. En él el individuo es capaz de generar sentimientos de identidad y arraigo que puede identificar con el territorio. Su dimensión sería la que implicase un recorrido medio de 30 minutos a pie (un círculo de radio 1000 m).
La ciudad es el espacio capaz de recoger la suma de grupos, usos y actividades que logren una diversidad óptima, capaz de ser controlada por los individuos. Su tamaño debe de ser tal que no impida su comprensión como objeto, ni impida la participación política de los ciudadanos. Quizás su tamaño óptimo se encuentre entre los 100000 y los 200000 habitantes. Por encima de la ciudad se encuentra la Metrópoli y el Área Metropolitana, que necesitarían de unas formas de articulación y participación política que garantizasen la calidad y personalidad de las piezas menores, sin caer en la destrucción del carácter de la ciudadanía ni de la participación política actuales.
Tipología de espacios urbanos El concepto de ámbito urbano (donde confluyen lo social y lo físico) es posiblemente una de las representaciones más imprecisas y relativas en las ciencias sociales y urbanas, razón por la cual sigue persistiendo un importante debate sobre el establecimiento de definiciones y la disposición de contenidos.
En cualquier caso estamos interesados en determinar umbrales urbanos (lo denominamos barrio-ciudad) capaces de sostener una calidad de vida ciudadana, en donde la red de equipamientos y la relación que con ellos se establece por parte de los ciudadanos juegan un papel fundamental. A continuación presentamos un resumen de definición de espacios urbanos en distintos autores, con el fin de determinar los umbrales entre estos espacios.
Equipamientos colectivos En el lenguaje habitual existe cierta confusión terminológica entre dotación y equipamiento, utilizándose ambas indistintamente. Dotaciones serán, por extensión del significado de “dotar” (proveer, poner en una cosa algo que la mejora), aquellos espacios tanto imprescindibles como complementarios, necesarios para el buen funcionamiento de la ciudad. La palabra “equipamiento” se describe como la “acción de proveer a alguien o a algo de las cosas necesarias”. Por tanto entenderemos aquí como equipamientos aquellas dotaciones que la comunidad entiende como imprescindibles para el funcionamiento de la estructura social y cuya cobertura ha de ser garantizada colectivamente. La existencia de los equipamientos públicos es una pieza clave de cualquier estrategia de intervención social, ya que:
1. Son espacios de utilización colectiva, en ellos se encuentran (en igualdad de condiciones) todos los ciudadanos, son por tanto los elementos básicos de la sociabilidad, del intercambio y el reconocimiento de la alteralidad. Son una propiedad colectiva, acumulada y reconocida como tal durante generaciones. Su utilización por todos los ciudadanos independientemente de sus niveles de renta o pertenencia a un grupo cultural, consolida el sentido de ciudadanía.
2. No necesitan ser generadores de recursos económicos, ni de éxitos tangibles a corto plazo. Su propia realidad como servicio público proviene de la necesidad de cubrir unas necesidades básicas que no todos los ciudadanos podrían adquirir en un modelo de pago de costos reales propio de una sociedad de libre mercado.
3. Se distribuyen bastante homogéneamente sobre la ciudad ocupando muchas veces puntos clave de la red urbana, apareciendo como posibles soportes de los nuevos nodos de las redes sociales emergentes y por tanto deberían de poder ser recuperados para satisfacer las nuevas (y viejas) necesidades de las poblaciones.
4. Son los únicos elementos de los que disponemos para hacer frente a una crisis. Sólo los equipamientos públicos pueden acoger las nuevas necesidades, con la eficacia y rapidez que requiere la solución de los problemas urbanos. Sólo es posible garantizar un colegio accesible si éste es público, pero también sólo es posible cambiar su uso para centro de día de la tercera edad si su propiedad es pública. Incluso, si fuese necesario, solo el patrimonio público puede adaptarse a la forma de gestión “más eficiente”. La ciudad y la sociedad urbana sólo sobrevivirán si disponen de la flexibilidad suficiente para dar repuestas a las necesidades cambiantes de sus habitantes. Esta flexibilidad frente a una crisis, tan sólo se puede asegurar gracias a la existencia de un patrimonio de espacios colectivos (libres y construidos).
Estrategias Desmonetización, apropiación, territorialización y planificación integral
Los principios antes enunciados pueden conseguirse mediante la realización de un conjunto de estrategias, que nos aproximen a la construcción del nuevo espacio urbano basado en la participación de los ciudadanos y la calidad de vida. Es necesario incorporar estrategias de este tipo como elementos valedores de la capacidad de nuestras propuestas para mejorar la calidad de vida, sólo si consideramos que alguna de estas estrategias está incluida en nuestras propuestas tendremos, si no la certeza, sí la posibilidad de actuar hacia la mejora de la calidad de vida.
Variedad Los espacios urbanos deben ser capaces de contener la máxima variedad articulada posible. Variedad y relación son las únicas propiedades capaces de dotar de esperanza de superviviencia a un espacio. Si atendiésemos a un símil con el mundo de la ecología podríamos comparar la selva húmeda amazónica con un campo de maíz transgénico. La selva amazónica contiene por unidad de superficie una proporción de especies y de relaciones absolutamente superior a la del campo de maíz transgénico. La selva puede soportar crisis inesperadas en su entorno, sustituyendo parte de sus cadenas de relaciones o restableciendo el equilibrio de sus variables homeostáticas; el campo de maíz no, es más, no es capaz de reproducirse por sí mismo y necesita de la aportación de energía suplementaria (a la del sol) a través del aporte de abonos e insecticidas. La selva podría ser comparada a un barrio antiguo de una ciudad clásica, compuesto de multitud de espacios distintos, de pobladores de grupos de edad y de conocimientos diferentes capaces de compartir recursos e información (desde prestarte un taladro a explicarte un procesador de textos) o de apoyarse en momentos de crisis, y el campo de transgénicos a un barrio residencial al servicio de una gran fábrica, con un solo tipo de vivienda y una homogeneidad absoluta de conocimientos, edades y rentas, con un mínimo de información y que es incapaz de soportar una crisis sin gravísimos costos.
Complejidad Todas nuestras acciones deben ir dirigidas al incremento de la complejidad de los espacios sobre los que actuamos. Puede que intentar resolver varias cosas en un mismo acto parezca ineficaz en lo inmediato, pero es la única garantía de eficacia a medio y largo plazo. Debemos generar estructuras que aumenten la consciencia sobre las relaciones del espacio en que habitamos.
La complejidad es mayor cuanto mayor es la apropiación de los individuos y por tanto es más posible en las escalas menores, el barrio y el barrio-ciudad, es desde estos espacios desde los que debe desarrollarse una multifuncionalidad de la actuación basada en la máxima participación social.
La usual atracción de la vida urbana no se produce por la segregación de las actividades, sino por la suma armoniosa de ellas. Parece contradictorio con el “instinto de éxito”, exigible a las actuaciones públicas, la realización de equipamientos monofuncionales, que parten de la solución de una sola necesidad, produciendo un doloroso efecto de espera-expulsión, durante el antes y el después de la atención o uso, generando una deseconomía funcional, en el no aprovechamiento de las sinergias que produciría la suma de distintas actividades en un mismo soporte. Si queremos que los equipamientos sirvan como “restauradores” sociales y emocionales, no podemos permitirnos que éstos generen el síndrome de “agresión asistencial” que provoca el diseño monofuncional de los equipamientos y el alejamiento de los usuarios en su definición y gestión. Se trata de crear espacios “convivenciales” (utilizando la terminología de Ivan Ilich en su libro “la convivencialidad”), espacios accesibles con usos múltiples, capaces de adecuarse a las necesidades cambiantes y múltiples de los ciudadanos, accesibles a éstos y transparentes en su funcionamiento. De nuevo aparece como necesario que concibamos estructuras capaces de servir para más de una cosa.
Desmonetización Si Las Poblaciones De Amplias Zonas Urbanas, Sobre Todo En Las Periferias, Comienzan A Estar Fuera De La Economía Formal, Las Intervenciones Sobre Estas Poblaciones Y Territorios No Pueden Realizarse Bajo La Óptica De La Rentabilidad, Ni Por La Sustitución Del Servicio Público Por El Mercado. La Reducción De Los Fondos Públicos, Tiene Que Ser Aprovechada Por Una Acción Colectiva Que Sustituya Precio Por Participación, Mediante Una Intervención Activa Que Permita Reconstruir Las Redes Sociales, Optimice Los Recursos Existentes Y Pueda Servir De Base Para El Desarrollo De Una Economía Local (Basada En Cooperativas Y Empresas De Servicios Locales), Con Objetivos Sencillos, Pero Importantes, Para La Calidad De Barrios Y Ciudadanos: El Sostenimiento Del Empleo Local, La Participación En El Diseño Y Gestión De Los Equipamientos Y La Cohesión Social. Las Verdaderas Fuentes De Riqueza De Una Ciudad Son Sus Redes Y Las Relaciones Que Son Capaces De Generar Entre Ellas.
El equipamiento deberá cumplir una misión de restaurador social, produciendo en su entorno un reequilibrio dotacional, suavizador de las diferencias económicas y sociales, creando en su entorno un área de influencia que produzca un efecto multiplicador de la intervención. Los cambios sociales demandan nuevos espacios y servicios, entre los sectores que amplían su peso específico en nuestras ciudades, se encuentran parados de larga duración, jubilados anticipados, obreros no especializados con contrataciones temporales e inmigrantes y jóvenes desarraigados, cuyo problema no es tan solo el de recibir una asistencia social que palie su situación económica, sino cubrir la necesidad, como individuos sanos, de intervenir en su entorno próximo colaborando en su transformación.
Apropiación Los ciudadanos necesitan actuar sobre espacios y tareas reales, dar salida a su necesidad de transformación del entorno, mediante equipamientos basados en la actuación sobre el medio como huertos de ocio o talleres.
Generando territorios apropiables sobre los que sustentar una red social basada en el autoapoyo, la ecología y la solidaridad. No parece posible mejorar la gestión, el control y mantenimiento de los equipamientos y zonas verdes, sin políticas que incrementen la participación en su diseño, ejecución y conservación. Produciendo una simbiosis efectiva entre la actuación pública y la sociedad, que venga a sustituir los aspectos más dudosos del estado asistencial, en el que el individuo puede ser sustituido por la actividad burocrática y convertido en un consumidor unidimensional que pierde la capacidad de transformación de la sociedad.
Si la unidad de intervención es el Barrio y el Barrio-ciudad, es evidente que la gestión centralizada de los equipamientos no garantiza su utilidad u oportunidad. Es necesario que la gestión se aproxime al espacio al que se sirve, articulando la participación de las poblaciones afectadas, de forma que se garantice el éxito en la detección de las carencias reales y el de la oferta realizada. El modelo dominante nos presenta a un ciudadano que utiliza la metrópoli en su totalidad, que puede consumir servicios sofisticados ofertados en puntos diversos y distantes de su vivienda: Ópera, Exposiciones, Centros Comerciales. Se determina que el usuario medio dispone de recursos económicos que le permiten completar e incluso sustituir la oferta pública de servicios públicos como la educación, la salud y la cultura. Pero la sociedad real está compuesta de grupos sociales que sólo pueden acceder teóricamente a los servicios de la metrópoli y que necesitan contar con los servicios clásicos del equipamiento básico, pero que al mismo tiempo necesitan de espacios de apropiación y de “restauración social” allí donde habitan.
Referencias bibliográficas Alguacil, Julio; Hernández, Agustín; Medina, María; Moreno, Carmen (1997) La ciudad de
los Ciudadanos. (Madrid: Ministerio de Fomento. (386 p. ISBN 84-498-0305-5))
Hernández, Agustín (1997) Análisis urbanístico de Barrios Desfavorecidos. (Madrid:
Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. (106 p. ISBN 84-95365-07-3))
Hernández, Agustín (2000) «Barrios y equipamientos públicos, esencia del proyecto
democrático de la ciudad». (Documentación Social, número 119. Madrid, junio de 2000)
Lefebvre, Henri (1970) La revolución urbana. (1. ed París: Éditions Gallimard. Ed española:
Alianza Editorial (1972) (200 p. Deposito Legal: M.5.364-1972))
Meadows, Donella (1992) Los límites del crecimiento. (El País Aguilar. Madrid)
Schoonbrodt, Rene (1994) «La ciudad es la organización física de la coexistencia». (Rev.
Estudios territoriales-Ciudad y territorio n. 100-101. MOPTMA. Madrid)
Fecha de referencia: 12-02-2001