La obra más interesante de este período, una de las más bellas de toda la producción de la Escuela de Chicago. En una sección compacta se incluyen una gran sala para audiciones, un hotel, y un bloque para oficinas comerciales. El proyecto tuvo numerosas versiones en las cuales Sullivan simplificaba sucesivamente los datos del problema, llegando a una solución rítmica y plástica de las diversas partes del edificio, parcialmente independientes de las subdivisiones funcionales; el ritmo vertical se refuerza por divisiones de orden inverso, desde el que refiere a un único módulo-ventana, a un orden gigante diferenciado por grandes pilastras que en la parte central encierran cuatro niveles consecutivos; la composición exterior es rigurosamente perspectiva, empezando por un almohadillado basto al nivel de la acera hasta el muro liso de las plantas superiores; sin embargo, a pesar del intento de dejar clara su ley de composición general la obra propone una lectura acorde con una complejidad espacial propia del tejido urbano más que de un edificio singular; en el interior, la complejidad figurativa es todavía más intensa en el superdimensionamiento de los elementos utilizados para estructurar el espacio (arcos de hasta 36 m de diámetro, columnas de 90 cm de ancho y no más de 1,80m de alto) y, sobre todo, la esbelta decoración reforzada por todos los materiales ornamentales posibles.
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