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Casa Pirenaica


 







Arquitectura. Construcciones. Lugar y tradición. Rusticidad. Materiales. Arquetipo


LA CASA PIRENAICA

Existe una visión de los Pirineos coma barrera, a la que ha contribuido tanto el espíritu autárquico que durante largo tiempo ha animado la vida española, como el eficiente y radical centralismo francés. Se contrapone a esta idea una concepción de los Pirineos como puente, como reducto de independencia (Montsegur), como foco difusor de civilización (Cuixà, Roda, Ripoll)…
A ambas lecturas les corresponden momentos y ámbitos de verdad, ya que los Pirineos son extensos y la historia es ancha y compleja. Como compleja naturaleza de uno de os productos de esta historia, la arquitectura.
La arquitectura pirenaica no puede contemplarse como una entidad unitaria, sino como diversidad de arquitecturas, con la característica común del predominio de la potencia sobre la riqueza. Empezando por un cierto modo de construir, que llamamos románico, que arraigó con tanta fuerza que casi pasa por considerarse como el estilo nacional, hasta, y sobre todo, una arquitectura rural, que, con extensa gama de variantes comarcales, forman un notable patrimonio, constituido especialmente por viviendas y construcciones ligadas a las labores del campo: cuadras, “bordas”, “pletas”…
Sean los Pirineos barrera o no, lo cierto es que el aislamiento propio de un territorio difícil y alejado de los centros de poder, ha preservado casi intacto este legado arquitectónico hasta los años cincuenta del siglo XX. Dejando aparte fenómenos totalmente atípicos como Lourdes y Andorra, sólo algún establecimiento termal y unos pocos centros de tranquilo veraneo incidían de manera mínima, respetuosa casi, en el paisaje y conjuntos urbanos.
Hasta la implantación espectacular del esquí en los años sesenta y setenta, y de la promoción inmobiliaria masiva, en los ochenta, parecía que los Pirineos se hallasen a salvo de la contaminación visual y de la degradación paisajística que desde hacía años afectaba a nuestras costas.


LUGAR Y TRADICIÓN

Mientras se edificaba al ritmo lento del propio crecimiento vegetativo, la casa tradicional pirenaica no planteaba problemas formales ni de estilo. Se tenían asumidas unas tipologías y no había más que seguirlas. La aparición de la segunda residencia, a principios de siglo, con la llegada de los primeros veraneantes, tampoco comportó ningún problema. Sí, acaso una novedad estilística, que fue el cambio del modelo tradicional, por el del chalet suizo, ideal que se perseguía en mil y una variantes, que la mayoría de las veces nada tenían de suizas.
Pero hoy, en realidad de las tierras pirenaicas, con la aceleración con que se está produciendo el paso del sector primario al terciario, es demasiado compleja y cambiante, para que las nuevas necesidades edificadoras se puedan afrontar sólo siguiendo las pautas tradicionales.
El complejo deportivo, el hotel, el edificio de servicios, el bloque de apartamentos o la nueva instalación agropecuaria, comportan forzosamente un cambio tipológico. Pero incluso en el tema de la casa, tanto por pasar del destino, tanto por pasar del destino casi exclusivo de vivienda rural al de segunda residencia, como, sobre todo, por su rápida proliferación, parece que la concepción tradicional de la misma sea cada vez más cuestionable.
Esto puede ser cierto en cuanto a los aspectos constructivos y tecnológicos. Pero el cómo la arquitectura tradicional ha afrontado los problemas de implantación y resuelto los temas formales, continúa siendo aleccionador. Cualquier pueblo, “borda”, ermita, cualquier asentamiento humano legado por el pasado, constituye, en las comarcas pirenaicas, toda una declaración de cómo la arquitectura puede sacar partido de los condicionantes topográficos, climatológicos y de contexto. Pocas veces el lugar es tan determinante de la arquitectura como en la montaña.
La influencia del lugar debe entenderse tanto por el peso del contexto (sea el medio urbano rural, sea el paisaje), como por la manera como se asienta una construcción en el terreno, en definitiva, como se implica en el territorio. La tradición constructiva pirenaica ha resuelto ambas cuestiones de manera ejemplar. El cómo un pueblo aranés sestea en la suave pendiente de la media ladera, o un pueblo del alto Cinca, o del Cardós, se cobija en un recodo del río, o cómo un pueblo del Pallars se encarama a lo alto de un risco, responde a una sabia lectura del lugar, de sus condiciones y ventajas. Lectura, consciente o no, pero asumida, heredada, fruto de la tradición. Es decir, una lectura que es una cultura.
Igualmente, el cómo las construcciones, al seguir unas pautas tipológicas, se agrupaban según unas condiciones de escala, color y volumetría, aparte de ser la razón de la armonía formal, que tanto nos subyuga, de los pueblecitos de montaña, resulta ser también, una sensata ley que regulaba el lento crecimiento del pueblo. Condiciones y ley tácitas y seguramente también inconscientemente asumidas -excepto en lo que afectasen a cuestiones del derecho de propiedad- pero eficaces a lo largo de generaciones.


MÁS ALLÁ DEL ARQUETIPO

La imagen ideal que se suele tener de la casa de montaña viene determinada por aspiraciones simbólicas, solicitaciones cualitativas y convenciones formales, más que por necesidades primarias. Esto no significa que los sistemas constructivos o los imperativos funcionales no cuentan, sino que no son definitorios en cuanto a la confección de esta imagen. La idea de refugio, la sensación de rusticidad, la aspiración a la soledad y otros sentimientos similares, son las notas que conforman el ideal de la casa de montaña. Su carácter connotativo tiene tal capacidad sintética que posibilita la existencia de una imagen arquetípica por encimas de las variaciones debidas a las diferentes soluciones funcionales y constructivas.
Últimamente, las diversas arquitecturas comarcales se han convertido en modelo casi obligado de toda nueva promoción, añadiendo a toda la serie de notas señaladas la de la ilusión de identificarse con la tradición. Pero aún así, por encima de toda la diversidad tipológica, existe una imagen arquetípica de la casa de montaña: la casa aislada, de fuertes pendientes, madera, piedra, pizarra…


CONTEXTOS

Como ya se ha señalado, el asentamiento de la casa, es un factor determinante en la arquitectura de montaña. De las complejas relaciones entre la casa y el lugar, podemos, al menos, sintetizar tres situaciones definidas.
La primera es aquella en que se plantea el proyecto de una nueva casa inmersa en un núcleo rural, totalmente consolidado y de claras constantes tipológicas.
La segunda situación es la que se presenta cuando se trata de un emplazamiento de frontera, ni dentro del núcleo, ni totalmente desconectado. Lo que suele decirse “tocando al pueblo” y que podemos convenir en una situación de ampliación de límites.
Y la tercera es la que se produce en una intervención totalmente al margen de cualquier contexto urbano, ya sea tradicional ya sea un nuevo asentamiento urbanístico o de servicios. Cuando, en definitiva, el proyecto se enfrenta con la soledad del lugar.
En conjunto, la relación de arquitectura con el medio, plantea, seguramente siempre, una problemática abierta, que en el caso de la montaña, parece evidente. Entre el susurro con que se resuelve la voluntad de integración en el pequeño núcleo urbano y el grito posible, en la soledad de la Naturaleza, se comprende que hay mil posibles voces, gemidos y ruidos.
A continuación se muestran unos ejemplos claros de cómo se construyen algunas casas pirenaicas: el material, la situación,…


BORDA D’EN ROY

Esta segunda residencia fue hasta inicios de 1988 una construcción aislada de dos plantas. La planta superior se usaba para almacenar hierba y la planta inferior para abrigar el ganado vacuno durante el invierno.
La intención básica que ha orientado toda la rehabilitación ha sido la de conservar al máximo todos los elementos que estaban en buen estado y que son los que conforman la envolvente del edificio.
Se ha mantenido como único acceso al edificio el que ya existía a través del patio. Y desde este patio, parcialmente cubierto, se puede entrar al edificio por dos puertas distintas.
Los pilares y las vigas, todas ellas se han dejado vistas, son de acero laminado: circulares los pilares i en perfil H las vigas. Los forjados son de hormigón armado, para cuya construcción se ha utilizado un encofrado de acero corrugado, que después se ha esmaltado de color blanco y dejado visto.


CA L’AGUSTÍ

Esta casa ubicada en la zona alta de este pueblo muy cercano a la frontera con el país vecino, Andorra, se resolvió con una intervención en su interior bastante contundente. Al introducir un programa para una familia de cuatro personas para segunda residencia, se cambiaron en primer lugar los niveles originarios de la casa con el fin de adecuarlos a una utilización más acorde con el programa funcional y en segundo lugar se regularon los huecos preexistentes de las fachadas a las nuevas dependencias interiores, sin olvidar la necesaria actuación en nuevos huecos que dieran mayor luminosidad y transparencia a los futuros usuarios.
La zona de la casa orientada al norte, se resolvió como un espacio único y en contacto con una terraza cubierta. En ella existe la yuxtaposición de dos estructuras, una más acorde con el lugar en madera y otra más común ortogonal a la primera.


CASA FOLGOSA

La casa se dispone según las terrazas que conforman la ladera de manera que le escalonado de los diferentes niveles existentes permitan la colocación de las piezas que componen el programa.
Una escalera situada en el eje longitudinal va dando acceso a cada una de las plataformas, estableciendo las secuencias de acceso, zonas de estar, comedor y cocina y en las terrazas superiores, estudio y dormitorios.
El proyecto trata por tanto de asumir la pendiente del terreno y la forma en que se organiza, dotándola de una comunicación que atraviesa la casa y que da acceso a las terrazas exteriores, permitiendo así la visión de la ladera más allá de la casa.
El conjunto se cubre de la forma más directa mediante una pendiente única paralela a la resultante del terreno.
Los materiales de fachada son normativos de la zona: cubierta de pizarra y paramentos de piedra se unen mediante un zuncho de hormigón que corona y ata la construcción.
El interior de la casa es de paramentos blancos y pavimentos de madera.


COMPARACIÓN CON LA ARQUITECTURA DE OTRAS COMUNIDADES

En Andalucía, o otras regiones españolas calurosas, toda la arquitectura, en general, se pinta de blanco.
Gracias a esto, se consigue reducir unos 4º C la temperatura de los edificios, i ha disminuido considerablemente el consumo de los aparatos de aire acondicionado, evitando el desperdicio de primeras materias utilizadas para producir electricidad.
Esto es una muestra de arquitectura climática y ecológica


 





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